Cuando estás haciendo esfuerzos por controlar tus pensamientos es precisamente cuando llegan a ser más perturbadores. La mente se vuelve muy sensible cuando tratamos de trabajar con ella. Nuestra consciencia es entonces tridimensional. Cuando estás en cierta longitud de onda ocurren cosas no usuales frente a las cuales necesitamos estar alertas. La frustración siempre está en acecho, tentándonos y jugando con nosotros. Mientras más rápido abramos los ojos, más pronto podremos contraatacar las negatividades que aparezcan.
Fascinación y ansiedad:
Constantemente codiciosos, somos atraídos por lo que tienen los otros, quedando atrapados en una continua búsqueda y aferramiento. Nuestra mente, cansada y distraída, deja pasar las oportunidades de realización. Nos apegamos a los mensajes que nos envían las percepciones de nuestros sentidos y nos falta la calidez nutriente del flujo natural de nuestros propios sentimientos y sensaciones. Más que enfocarnos en ellos, lo hacemos en nuestros pensamientos acerca de las sensaciones que experimentamos, lo que no nos da mucha satisfacción. Cuando nos damos cuenta de esta situación, podemos ver que es causada por una sutil progresión psicológica: el querer alcanzar aquello que nos fascina conduce a la ansiedad, esta a la insatisfacción, y la insatisfacción nos lleva a un nuevo intento por alcanzar aquello que codiciamos. Estamos atrapados en esta progresión porque nuestros pensamientos sobre lo que nos fascina no pueden satisfacernos, ellos no tienen una sustancia real. No podemos cogerlos, es como ir hacia el final del arco iris. Mientras más los perseguimos, más ansiosos y frustrados estaremos.
Enfocamos nuestra mente en el gozo y la satisfacción, pero el camino que tomamos al tratar de alcanzar estas metas produce justo el efecto contrario. Nuestra mente salta de pensamiento en pensamiento, de los recuerdos del pasado a las expectativas del futuro, si es que no queda fijada en la imagen de algo que nos atrae obsesivamente. La mente casi nunca se centra en la inmediatez de la experiencia, que es donde yace la satisfacción.
Como el flujo de imágenes persiste, nuestra mente continúa produciendo una serie interminable de pensamientos acerca de esas imágenes. Este es el principal factor para establecer nuestra sensación de un ego que necesita "tener" y que necesita "hacer". Aun en nuestra meditación, cuando tratamos de "no hacer", sigue ocurriendo el mismo proceso.
En la meditación, sin embargo, este proceso es tan sutil que a menudo no nos damos cuenta de que ocurra. Podemos tratar de no tener ninguna expectativa ni pensamientos acerca de nuestra meditación, pero ellos pueden esconderse en el trasfondo de nuestra mente, manifestándose como un tipo de impaciencia, una espera por algo que tendría que ocurrir. Estos pensamientos no precisan ser muy fuertes para que el inconsciente estímulo de la expectativa y de la fascinación fluya como una ola dentro de nuestra consciencia. Mientras más fuerte sea este sentimiento, más poderosa, tensa y precipitada será la ola. Esto conduce rápidamente a la sensación de frustración y de ansiedad.
Al principio, nuestra meditación empieza disolviendo la sensación del ego que necesita "hacer". Pero luego la mente persigue imágenes para compensarlo. La ansiedad aumenta, agravando el flujo de pensamientos e imágenes. Y tan pronto como nos quedamos envueltos en esta trampa del “hacer", sentimos una necesidad de contactar con imágenes, palabras, conceptos, objetos. Esta necesidad se hace más fuerte y ayuda a engranar de nuevo los condicionamientos. Todo esto ocurre tan rápido que no tenemos tiempo de pensar acerca de ello, debido al poder de la energía subyacente en nuestras expectativas y ansiedad.
La relajación puede lentificar esta tensa precipitación, Podemos relajar la mente disminuyendo la cantidad de pensamientos, creando un "tono" diferente que rebaje el grado de nuestra expectativa. Al conseguirlo y volvernos calmos y relajados, las ansiosas olas se transforman en pequeñas ondas.
Así, en tu meditación, vigila estrechamente tus pensamientos. La fascinación es una ola que se levanta. Observa cómo aparece. Tiene muchos rutilantes colores y es atractiva por naturaleza. Los buenos meditadores vigilan la ola como crece cada vez más alta hasta que comprenden cómo la fascinación nos estropea el momento. Ellos aprenden por qué las luminosas imágenes y las interesantes ideas nos distraen tan fácilmente. Podemos aprender a alterar el ciclo de fascinación y ansiedad dándonos cuenta del ir y venir de los pensamientos e imágenes. Expandiendo cada pensamiento y llevando su sensación a un nivel más profundo, podemos evitar sucumbir a la ansiedad, a aquella parte de nuestra consciencia que quiere moverse y hacer algo.
Podemos cuidarnos de ser absorbidos en el "hacer" que nos aparta de nuestra meditación, relajándonos y manteniendo nuestra actitud alerta. Cuando conseguimos mantener nuestro equilibrio y estar verdaderamente tranquilos en nuestra meditación, no importa qué pensamientos individuales aparezcan: la ansiedad y la fascinación pierden su poder sobre nosotros dejando que nuestra energía fluya suavemente.
El miedo y el dolor:
Mucho de nuestro sufrimiento es psicológico, nutrido por el miedo y por nuestra identificación con el dolor. Es importante romper la idea de que este es nuestro sufrimiento, nuestro miedo. Concéntrate en la sensación, no en el pensamiento acerca de ella. Concéntrate en el centro de la sensación, penetra en ese espacio. Hay una gran densidad de energía en él, la que resulta claramente distinguible. Esa energía tiene gran poder y puede trasmitir una valiosa claridad. Tu consciencia puede ir dentro de la emoción contactando esa pura energía, y así tu tensión se quiebra. Con gentileza y autocomprensión, controla esa energía; la fuerza no sirve. Prepárate lentamente, teniendo cuidado en no saltar de súbito en medio de la negatividad. Sé calmo y sensitivo, y observa cautelosamente la situación. De esta manera, toda emoción negativa puede ser transformada, porque la emoción es esa energía, y puedes emplearla de diferentes maneras.
Otras emociones negativas:
Por ejemplo, la ira. El antídoto es amor, compasión y paciencia; pero, hasta que seamos capaces de aplicarlo, debemos sentarnos a meditar nuestra ira, enfocando nuestra concentración en ella - no en su objeto - de modo de no hacer discriminaciones y no suscitar reacciones.
Procederemos igual cuando se trate de cualquier otra emoción perturbadora: concentrarse en ella, no soltarla; pero sin pensar acerca de ella o tratar de actuar en relación a ella. Sólo sentir la energía y nada más. Nosotros somos capaces de sobrepasar nuestros problemas cuando no reaccionamos a ellos, entonces pierden su sustancia y se transforman en obstáculos posibles de superar. En cambio, cuando somos atrapados por ellos, ya no tenemos libertad de escoger cómo enfrentarlos. Si estamos desvinculados y alertas, podemos manejar cada acontecimiento.
Mientras mejor comprendamos nuestras emociones, más aguda, profunda y clara llegará a ser nuestra lucidez mental. Finalmente, ya no necesitaremos usar nuestra mente consciente para liberarnos de nuestras dificultades. En un nivel de ser más alto, no necesitaremos razonar, sino utilizar nuestra intuición evolucionada. Para ello necesitamos un camino, un mapa, una instrucción. Todo eso lo encontramos a través del silencio y de la profunda relajación de nuestra meditación.
Las emociones tienen un valor, pero sólo cuando sabemos cómo usarlas para un crecimiento espiritual. Al conocer cómo tratar aun una sola emoción, es posible trascender todas las emociones. Esto es parte de la técnica por la cual podemos ayudarnos a nosotros mismos y a otros. Cuando hayamos comprendido que la energía aparece de diferentes maneras, podremos extraerla de las emociones por negativas que sean. Aprenderemos a relajar esas energías cuando ya no dividamos nuestras experiencias en positivas y negativas; todas ellas serán útiles si las consideramos como energía por capitalizar. Todas nuestras experiencias contienen dinamismo y poder, pero debemos desarrollar nuestra atención lúcida antes que podamos usarlas bien.
Tarthang Tulku
Del libro “Openness Mind”, Tarthang Turku – Dharma Publishing.