El artista chileno Alejandro Jodorowsky, genial para unos y un simple titiritero para otros, dejó estas líneas en su libro autobiográfico La Danza de la Realidad:
"Dudé del arte. ¿Para qué sirve? Si es para entretener a la gente que teme despertarse, no me interesa. Si es un medio de triunfar económicamente, no me interesa. Si debo ser el bufón de aquellos que tienen el poder, que envenenan al planeta y que hambrean a millones, no me interesa. ¿Cuál es entonces la finalidad del arte?
Después de una crisis tan profunda que me hizo pensar en el suicidio, llegué a la conclusión de que la finalidad del arte era sanar. "Si el arte no sana, no es arte", me dije y decidí unir en mis actividades el arte y la terapia.
No quiero que se me entienda mal. La terapia que yo conocía era realizada por espíritus científicos, que se enfrentaban al caótico inconsciente y trataban de darle un orden; extraían de los sueños un mensaje racional... Yo no llegaba de la ciencia a la terapia, sino del arte. Mi meta, por el contrario, era enseñarle a la razón a hablar el lenguaje de los sueños. No me interesaba el arte que se hacía terapia sino la terapia convertida en arte."
Con el tiempo, nacería la Psicomagia.
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