Solo por Hoy (Kyo Dakewa)
Este primer y sencillo principio, que integra los otros cinco y que también puede practicarse como uno solo, conecta directamente con la esencia de nuestra existencia: el ahora. Solo por hoy, solo por este momento… a partir de ahí nuestra práctica se vuelve renovada a cada instante, sin arrastrar ningún lastre del pasado ni enfocada en un proyecto ilusorio del futuro. Aquello que hemos de hacer, que hemos de vivir se encuentra aquí, en este momento, y enfocarnos ahí es realmente la base de nuestra práctica: la tierra sembrada que dará frutos por sí sola.
En las escuelas zen de meditación budista la insistencia en llevar la atención de nuestra mente al momento presente es una premisa fundamental, pues solo de esta forma nuestra mente puede vivir aquello que es real y dejar atrás sus fantasías e ilusiones proyectadas. Vive este momento, haz lo que tengas que hacer solo por hoy, sin buscar nada más que lo que encuentras en este instante: tú mismo, aquí y ahora.
No te enfades (Ikaruna)
Es común en nuestra naturaleza humana sentir a cada momento placer o rechazo hacia las cosas, cuando éstas nos gustan las abrazamos inmediatamente y buscamos que no terminen, que dure su fragancia para así alimentar nuestro ego y deseos. Pero cuando las cosas no nos gustan la reacción será totalmente opuesta, buscaremos deshacernos de ello, separarnos del objeto que nos crea tal desagradable sensación. Continuamente nos movemos en este círculo de afectos y desafectos y es frecuente que nos enfademos ante un sentimiento de frustración, es decir, cuando algo nos molesta intensamente o no es lo que en principio deseábamos. Por ello, Usui nos habla en sus principios de esta premisa fundamental, nos invita a no caer en la trampa del ego que nos fuerza a dejarnos llevar por un sentimiento negativo de frustración.
Las cosas son como son, ocurren como han de ocurrir y la sabiduría espiritual invita a aceptarlas siempre como tengan que ser, a desapegarnos, por tanto, del resultado de las acciones, ya sean placenteras o desagradables, y, como antes dijimos, vivir en el momento presente sin intenciones ni expectativas, o, si acaso las tenemos, aceptar, siempre aceptar las cosas como tengan que ser. De nada sirve oponer resistencia a las fuerzas naturales de la vida, que como un río, llevan su propia corriente, queramos nosotros o no.
No te preocupes (Shinpai Suna)
¿De qué sirve preocuparse? El mismo prefijo (‘pre’) nos indica que hacemos algo ‘antes de’ tiempo y que por lo tanto no es realizado en el momento adecuado. Si te preocupas, forzosamente dejarás de ocuparte de lo que realmente importa: este momento. Vivirás proyectando tu mente hacia algo que no existe, que no está aquí, y ello le generará gran ansiedad e incertidumbre. El motivo de las preocupaciones es la búsqueda de seguridad, algo que hacemos a cada momento. Siempre que la mente actúa busca preservarse a sí misma, sentirse segura. El momento presente no es de la mente sino de la conciencia. La mente es la que proyecta el ego, la yosoidad, la autocomplacencia. Si te preocupas, dejarás de lado lo que eres. Como predicó el Buda lo justo radica en encontrar el término medio en todo. No preocuparse no significa “despreocuparse” de una forma radical, lo cual nos invalidaría en gran medida nuestra capacidad de desenvolvernos ante el mundo.
Un exceso de preocupación, como una total carencia, es, como en todo en la vida, lo que hay que subsanar. Poco a poco, a partir de este término medio o vía media de las cosas, nos daremos cuenta de que debemos empezar a confiar en el mundo tal como es; ayer, hoy y mañana las cosas han estado, están y estarán como deben estar. No carguemos con el peso desproporcionado de querer hacer todas las cosas dependientes de nuestras acciones, al preocuparnos nos instalamos esa idea: “tengo que hacer esto, es muy importante, si no…” Y eso es demasiado. Hemos de soltar la carga que acostumbramos a llevar a cuestas y aprender a confiar en la vida, a dejarnos llevar por su flujo incesante y natural y caminar con ella en armonía.
No te preocupes, porque el mañana no existe, y aquello que te preocupa, como es lógico, tampoco existe. Vive tu vida, tu vida siempre es tu vida suceda lo que suceda, si confías en ella, lo que haya de suceder será lo mejor para ti en todo momento.
Sé agradecido (Kansha Shite)
Gran premisa ésta. Sentir gratitud por las cosas que recibimos es sin duda la más humilde huella de nuestra virtud. Si miramos la vida en toda su amplitud transparente nos daremos cuenta sin esfuerzo alguno que todo es un continuo recibir: recibimos el aliento de la respiración, la vista, el olfato, las emociones, un amanecer, el canto del pájaro. Estamos hechos como una vasija, preparada para recibir el agua que la va llenando. Sin duda, hay otra cara de la moneda, una reciprocidad inherente; pues tras la recepción se halla la entrega, y viceversa. Recibimos el aire en la inspiración y lo devolvemos a la Tierra, en la exhalación. Ser agradecido es también algo natural, algo que hacemos a cada momento, la mayoría de las veces inconscientemente, al devolver el aire que hemos recogido: cuando este acto lo volvemos consciente la gratitud se convierte en sentimiento de amor. Dar es recibir.
En las corrientes espirituales se habla a menudo de la ‘gracia’, de ese don divino que no significa otra cosa que sentir una profunda gratitud sagrada, como consecuencia de estar en armonía y comunión con la vida, energía universal, Dios, etc. La capacidad de ser agradecidos es un don maravilloso, pues lo que hacemos es amar lo que tenemos, sentir interiormente la fortuna de este amor que recibimos, ya sea en un abrazo, una palabra de consuelo, un favor inolvidable, es decir, las cosas cotidianas de la vida, esos detalles que nos enseñan a abrirnos a recibir el amor. A menudo damos las gracias como una fórmula de cortesía sin pararnos a pensar o a sentir el valor de recibir tales muestras de afecto o consideración. Ser agradecidos, sentir la gracia, el maravilloso don de estar vivos, de tener la oportunidad de amar y entregar a otros nuestro amor, nos sincroniza con el sentido primigenio de nuestro sentir: dar y recibir. Amar y ser amados. Todo es uno. El acto es el mismo, finalmente uno se da cuenta que la gracia, el sentirse agradecido, es sentir esa unión total y reconocer amorosamente el Todo que somos: la sensación fulgurante de unidad que conlleva vivir en el Amor.
Haz tu trabajo (Gyo Wo Hageme)
“Conócete a ti mismo”, dice el proverbio griego. Esa es la clave y fundamento del trabajo interno. Haz tu trabajo, lo que tienes que hacer a cada momento, no lo que te obligues o te obliguen a hacer sino lo que sientes que verdaderamente has de hacer; y aquí lo importante no es lo que hacemos en sí, sino la actitud, lo que nos motiva a hacerlo. Al hacer Reiki, como al meditar, practicar yoga o efectuar cualquier otro tipo de trabajo, lo básico es saber que lo hacemos desde dentro, en consonancia con nuestro corazón, y entonces todo lo que hagamos será continuo y profundo autodescubrimiento.
El trabajo básico que llevamos a cabo en todo momento es el vivir. La vida es el centro de trabajo, la escuela, el laboratorio, la morada y el templo. Por tanto, cualquier cosa que hacemos equivale a hacer nuestro trabajo si nuestra actitud es la adecuada, esto es, el hacerlo con vocación, dedicación, mirando dentro para sacar y poner lo mejor nuestro en la tarea marcada. No importa lo que hagas, sino cómo lo hagas. Esa es la clave. Practica tu Reiki con la vocación de llegar a ti, de practicarte a ti mismo. Practica todo trabajo con la misma vocación. Haz tu trabajo. Sé tú mismo y pon lo que eres en tu acción.
Sé amable y respetuoso
con todos los seres (Hito Ni Shinsetsu Ni)
Como dice el principio bíblico: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Pero esto solo puede conseguirse, vivirse de una forma total si empezamos por nosotros mismos. Uno no puede amar a los demás si no se ama a sí mismo. Es un principio básico. Empezar el trabajo desde fuera puede resultar a buen seguro mucho más costoso que empezar desde dentro. Cuando uno empieza a ser amable y respetuoso con uno mismo, que no es otra cosa que ser consciente de su ser real, todo Amor, el ser amable y respetuoso con los demás es el acto más natural y consecuente que puede suceder. La fuerza del amor hacia uno es como una maravillosa cascada de energía que sale proyectada hacia los demás, haciendo partícipes a los otros de ese baño de luz y pureza que disfrutamos.
Ámate a ti mismo y será Amor completo, olvidarás el tú y el yo, lo mío y lo tuyo. El amor hacia uno mismo, el auténtico y bien entendido, elimina toda frontera, toda separación, es amor total, compasivo, en continua entrega de igual a igual.
Lo importante del amor no es el objeto hacia el que va dirigido ese amor sino el Amor mismo. Es como el dicho zen del dedo que enfoca a la luna y uno se queda mirando el dedo. Aquello que amamos enfoca a un lugar: al amor. Si amas al amor amarás todas las cosas, todos los seres, y ser amable y respetuoso con ellos es algo que formará parte de ti, será hacia donde va tu energía, de manera espontánea.
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