Se acerca la llamada semana santa o la semana más santa de todas las semanas. Muchos perfilan sus viajes, otros sus retiros espirituales, otros les queda trabajar por el oficio al que se dedican y otros quién sabe qué.
Pero allá donde vayamos o lo que hagamos hay un logos solar, hay un personaje, hay un sentimiento que todos todos absolutamente todos en mayor o menor medida de consciencia llevamos esa semana: la pasión de Cristo. Películas, misas, procesiones, ofrendas, promesas, etc. Todo un hado de fe y de misticismo entendido de diversas maneras y manifestaciones, se despliega por doquier llamando la atención sobre un personaje, sobre un hombre, sobre un maestro, sobre el personaje quizás mas adorado y a la vez controvertido: Jeshua ben Pandira o Jesús de Nazaret.
Hasta en las culturas, filosofías, creencias o religiones -y a la vez múltiples sabios y maestros realizados- hablan y hacen referencia a no sólo el personaje sino a la enseñanza, al modelo de vida interior, al camino de la autorrealización íntima de nuestro ser interior.
Y lo único y verdadero que hay que realizar para ello es perdonar a nuestros enemigos, perdonarnos sobre todo a nosotros mismos y amar, sólo amar. Sencilla y únicamente dar amor consciente. Como dijo el maestro "ama y lo demás vendrá por añadidura".
En esta ocasión sólo me voy a referir a la llamada pasión de Cristo. Todos, absolutamente todos y cada uno de los cuadros de su vida hasta su muerte y resurrección o ascensión que es un término mucho más adecuado.
En los albores y amanecer de estos sin igual hermosos nuevos tiempos que desde los albores de la humanidad e incluso antes del gran mensaje del maestro Jesús, han venido pregonando y anunciando los grandes avatares o maestros o iluminados que han pasado por este sin par planeta.
Aquí quisiera humildemente consignarles algunas vivencias propias.
Como algunas personas saben, me dedico con lo que me llega a través de los cursos a comprar comida, recoger ropa y llevarla por las noches a las personas que duermen en la calle en Madrid. Recuerdo al principio de estar en estos estudios en mi casa de Madrid hace ahora 20 años justos. Como les digo, casi al principio me encontraba realmente triste y solo en mi interior y en mi vida, pues había acaecido la muerte de un ser querido y los momentos eran de soledad y confusión. En éstas, encendí unas velas y puse una música asociada a la vida del maestro y allí, en un rinconcito de mi casita en oración y dolor, allí se hizo la silueta en luz del maestro Jesús. ¡Allí se hizo! Hoy todavía se me llena de lágrimas el corazón y durante no sé cuánto tiempo, quizás segundos o quizás centésimas de segundo u horas, ahí estaba el maestro, sin palabras, sin gestos. Solo ahí con su cara relucida... Y sentí un apoyo y un regalo que me han mantenido hasta hoy.
En otra ocasión, repartiendo comida a la puerta de una discoteca famosa de Madrid por la casualmente pasaba de regreso a casa, había un joven que estaba tumbado totalmente en plena acera y me llamó la atención su capucha. Paré mi auto y le dije que si quería comida. Y no me avergüenzo de decirlo como un poco ego-misionero o buen samaritano. ¡Madre mía, pobre de mí! Me dijo que sí.
Seguidamente le bajé comida y le dije que tenía ropa, que si quería ropa, muda, calcetines, cuchillas... en fin, de todo, a lo que me contesto que sí. Se levantó un poquito la capucha y pude ver un joven con barba bien cuidada y con una cara -o por lo menos la parte que pude ver- muy atractivamente luminosa, parecida quizás al maestro. Yo le di lo que le hacía falta y después de un “Dios te bendiga, mucha luz y suerte”, me subí al auto. Habrían pasado 5, 6 o 7 segundos, quizá menos, cuando miré a ese joven ... ¡Había desaparecido!
Yo no sé si seria algún ser espiritual o quizás una manifestación del maestro. Lo único que sé es que pasó y eso lleva su huella en mi corazón. Y como éstas, algunas más que prefiero no contar por no pecar de vanidad y porque estoy seguro que a todos ustedes les ha sucedido algo igual o parecido a lo largo de sus vidas.
Como les decía, cada unos de los cuadros de esta gran obra está escrito y diseñado en siete niveles de comprensión, pues como todos ustedes saben, el ser humano no sólo es un cuerpo material sino que a éste lo sostienen otros 6 sin los cuales no podría un ser sentirse vivo y tomar cada una de las radiantes vivencias que venimos a tomar en cada encarnación. Les nombrare sólo algunos: vital, mental, astral, causal, etc.
A través de cada uno de sus actos y hasta de la más mínima palabra, el maestro de maestros nos dejó un legado, el de la realización, el de la llegada a la maestría espiritual y la nueva forma de vivir dentro de la misma circunstancia.
El maestro Jeshua abrió una nueva puerta maravillosa y dimensional: la del perdón, la de la comprensión de los estadios emocionales y sombríos de los seres humanos, la de la entrega absoluta a la realización espiritual, a la consecución de sacar la telaraña de maya de nuestra personalidad y poder contemplar con la visión divina que la realidad, no la verdad, no, la realidad de lo que somos, de lo que siempre hemos sido y de lo que siempre seremos.
Les pondré un ejemplo: el maestro llega a el templo y lo ve tomado por los mercaderes. Según las escrituras, lleno de ira toma un látigo y expulsa a los mercaderes diciendo "Mi templo es mío y no una cueva de ladrones".
Bien, ¿ustedes creen que un maestro realizado a la altura de un ser que camina en esos momentos con la pureza del arcángel Miguel puede sentir ira? ¿Puede agredir físicamente a otros seres humanos ? ¿Puede sentir algo suyo material como, por ejemplo, un templo?
Realmente, a la altura del cuerpo causal donde rigen los arquetipos o imágenes tal y como vemos en los cursos de constelaciones familiares que impartimos en su ciudad en Centro Artemisa, esas imágenes significan :
Los mercaderes: todas aquellas manifestaciones de la personalidad ilusorias y sombrías y que impiden mediante la manifestación de los miedos, los temores, las iras, las soberbias mentiras, los propios saboteadores a la hora de ir a hacer un trabajo un taller o una obre de toma del espíritu. Realmente a ellos es a quien en este pasaje se refiere el maestro, pues donde hay sombra no hay sol, donde hay ego no hay manifestación del ser. Son como el agua y el aceite, incompatibles, y sin embargo, uno está creado para que mediante su esquive poder sentir al otro. Sólo esquivando y abrazando nuestra sombra podemos abrazar a nuestro ser interior y al ser cósmico del cual y hacia el cual surgen y van todas las creaciones.
El látigo: significa la voluntad la firmeza la fuerza del amor propio y la decisión.
El templo: es el corazón de cada uno, el alma, ahí donde nos retiramos a orar cada uno individualmente. Como dijo el maestro: "Cuando quieras orar enciérrate en tu habitáculo y allí a oscuras habla con tu padre".
¿Qué significan "las tres caídas"? ¿Qué significa el cáliz? ¿Y el burro en el que entra en Jerusalén? ¿Qué significan los 40 días en el desierto? ¿Qué significa la resurrección de Lázaro? ¿Y las 30 monedas de plata ? Todos y cada uno de estos cuadros son cada uno en sí un escalón hacia el Cristo interior de cada uno de todos y cada uno de los seres humanos, hasta de los mayores asesinos o delincuentes que hayan pasado por este planeta.
En esta semana santa les deseo que todos y cada uno de ustedes puedan desclavar alguno de esos misterios en imágenes de la cruz que es otro símbolo
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