¿Tienes una Cuenta?

miércoles, 21 de octubre de 2009

VÍCTIMA Y VERDUGO EN EL INCONSCIENTE COLECTIVO FAMILIAR

Cuando estudiamos cómo funcionan las dinámicas de Constelaciones Familiares, nos hacemos conscientes de que los actos violentos tienen un poderoso efecto en la familia que los padece. La relación que se establece entre la persona que comete el acto violento y su víctima es especialmente vinculante, a menudo más fuerte que el que les une a sus familiares. De esta manera, estas personas, independientemente de que se traten de víctimas o perpetradores, entran a formar parte de la familia, exigiendo su reconocimiento como miembros de la misma. Por lo tanto, esta relación se halla ligada a las leyes del equilibrio y la pertenencia.
Cuando hacemos juicios de valor, tendemos a tomar partido y a discriminar entre "bueno" y "malo", pero a nivel de inconsciente colectivo, solamente importa que cada persona ocupe el lugar que le corresponde. Aquí no se admite discriminación, tanto los desamparados como los tiranos reclaman el derecho de pertenencia. Cuando etiquetamos como malo a un miembro de la familia, y recordemos que tanto el verdugo como la víctima de un familiar son parte de ella, los ignoramos. Intentamos suprimir su memoria para no sentir la angustia que generan. Pero, cuanta más insistencia pongamos en eliminar del sistema a otro miembro, la conciencia colectiva llevará a que otro miembro de la familia le represente. Como podemos imaginar, esto ocasionará graves consecuencias.
Los miembros posteriores de la familia pueden querer vengarse en nombre de la víctima o pueden querer pagar el precio del verdugo. Pero si tratan de llevar esas cargas, solamente conseguirán generar más sufrimiento. La capacidad para no intervenir se encuentra en raras ocasiones, porque nos sentimos implicados, y queremos ser leales a nuestros parientes. Pero realmente no tenemos ningún derecho a intervenir. Para resolverlo en una dinámica de Constelaciones Familiares, será necesario hacer visible este vínculo, y hacer que víctima y verdugo se miren a la cara sin interferencias, y así poder descargar a las personas que les representan.
Un paso necesario para facilitar la resolución de este tipo de enredos, es evitar tomar partido. Es decir, no acusar al asesino, ni apiadarnos de la víctima. Lo idóneo sería alejarnos del verdugo (dejando que asuma su culpa) y honrar a la víctima (que es la única que puede ocuparse de sus consecuencias). Si intentamos hacerlo por ellos, les despojamos de su dignidad como seres humanos.
La identificación es un proceso inconsciente y todavía desconocido, ya que, a veces, se produce con miembros de la familia que no hemos llegado a conocer, y acerca de hechos de los cuales tampoco tenemos noticia. El hecho de identificarnos con alguien, nos acerca tanto a esa persona, que somos incapaces de verla con claridad. Si podemos dar un paso atrás, seremos capaces de vernos como alguien distinto. Solamente entonces seremos capaces de honrar su destino o su culpa. A partir de ahí podremos asumir el derecho de la persona a cargar con el dolor provocado por los acontecimientos de su vida.
También podemos observar estas dinámicas en conflictos nacionales y culturales. El sistema familiar alberga ambas polaridades, en mayor o menor medida, según sea la parte excluida. También se ha llegado a la conclusión de que, en los casos de esquizofrenia, hay un asesino en la familia. El enfermo se ve obligado a representar simultáneamente al asesino y a su víctima, saltando de una identificación a otra.

0 comentarios:

Publicar un comentario