"Amor consciente". Texto, voz y realización: José Manuel Martínez Sánchez.
Blog del autor: http://www.lasletrasdelaire.blogspot.com
Más vídeos en: http://www.youtube.com/biodharmatv
Hola a tod@s:
Me llamo José Antonio y pertenezco a la asociación Café Esotérico, también me conoceréis algunos por José Antonio de Celia, apodo creado por Antonio Yeste para diferenciar los distintos José Antonios del café. Por cierto, Celia es mi mujer.
Me dirijo a todos vosotros y esta es la primera vez que lo hago desde la página de nuestra asociación para compartir una experiencia que actualmente estoy viviendo o experimentando y no es que yo sea el único que esta atravesando tan peculiar situación, es por ello que sienta la necesidad de contaros esto:
El 17 de julio de este año me quede sin curro. Me despidieron -a mi entender injustamente- pero eso es lo menos relevante del tema: el mes de agosto fue un tormento lo que creé en mi vida, adentrándome en lo mas profundo de la negatividad, pensando cosas tales como que todo me irá mal tras el despido, que muy mal lo tendría para encontrar trabajo, trasladando mi angustia a mis seres queridos mas cercanos.
Pero en septiembre un conocido me dijo que en una empresa estaban buscando a alguien para desempeñar las tareas muy parecidas a las de mi anterior trabajo. Pues bien, realicé la entrevista y el 9 de septiembre comencé a trabajar. La primera semana todo parecía relativamente normal como cuando empiezas en un curro nuevo. A partir de la tercera semana, las cosas se empezaron a torcer y cuando digo a torcer me refiero que el trato recibido era poco menos que humillante por parte de mi jefe, haciendo alusiones constantes a mi falta de inteligencia o preguntándome delante de clientes que si de pequeño veía Barrio Sésamo y despropósitos de ese estilo. Yo firmé un contrato para tres meses pero sólo pude aguantar en tales condiciones un mes y medio ¡ y eso sin contar que trabajaba diez horas y media y cobraba mil euros incluyendo las pagas extraordinarias!
En ese mes y medio mi autoestima se vio seriamente dañada hasta que el día 21 de octubre decidí poner fin a esa situación: me autodespedí argumentando que no me sentía tratado con un mínimo de respeto, ni como trabajador ni como persona, y dejando a un lado la explotación a la que estaba siendo sometido, que ese es otro tema de similar gravedad.
Ese mismo día recibí un email de Antonio Yeste pidiéndome que no le mandase mensajes tipo “powerpoint” o “pasa este email a 10 personas”, ya que le había enviado un par de ellos. Hacía varios meses que no sabía de él ni de la asociación a pesar de ser yo el secretario. Lo llamé inmediatamente para saber de él y le comenté el tema en cuestión, recibiendo su apoyo y aconsejándome que compartiese tal circunstancia con todos los miembros del Café Esotérico.
Retomando el tema del último trabajo, pasé una semana fatal desmoralizado con una gran ansiedad y viendo todo de nuevo muy oscuro, pero me alegro en deciros que es lo mejor que me pudo pasar ya que era necesario que algo así pasara en mi vida para empezar a poner en orden ciertos valores de mi vida, para entender que no hay mal que por bien no venga, que sé que otro curro vendrá, que gracias a esto me he acercado más a mí familia, a mi mujer, que estoy disfrutando de un paseo por el parque como algo maravilloso, de un paseo en bicicleta como algo excepcional, que me he volcado en mis aficiones como antes no podía hacerlo ya que era esclavo de mi trabajo y que me quedo con las cosas buenas que la vida me ofrece a diario y antes no lo podía o no quería ver, decir a tod@s aquellos que os encontréis en mi situación que las cosas pasan porque es necesario de alguna manera que pasen en nuestra vida para aprender lo bueno y lo positivo que hay dentro de cada uno de todos nosotros, que si las cosas están mal es porque lo bueno esta por llegar, que lo malo en realidad es lo que nosotros queremos que sea malo. Por todo ello os invito a que de lo malo hagáis lo bueno y que no nos dejemos llevar por donde quieren que vayamos.
Un saludo:
José Antonio de Celia
PD : nos vemos en la asociación .
TwittearUn relato sobre Silo
18-09-2010
A un lugar alejado en el sur de la provincia de Córdoba, en una tarde ventosa, fueron llevados los restos físicos de Mario Luis Rodríguez Cobos para su cremación. Casi como un símbolo de su lucha constante contra el oscurantismo, ese cuerpo inanimado tuvo que recorrer aún unos cuantos cientos de kilómetros desde su ciudad natal, ya que en ella, las influencias eclesiásticas habían logrado que no existiera ningún crematorio. Curioso era reflexionar cómo esa misma iglesia se había regodeado pocos siglos antes torturando y eliminando en el mismo fuego a seres humanos vivos, que habían querido mirar más allá de las imposiciones epocales.Pero no era tiempo de rencores. Las mujeres y hombres que hasta allí llegamos, fuimos a acompañar ceremonialmente el vuelo libre del sabio y a acompañarnos para aumentar la paz en nuestro corazón y la luz en nuestro entendimiento.
Allí estábamos, percibiendo el macizo cajón de oscura madera e imaginando que dentro del muy digno envoltorio, se encontraba otro envoltorio. Un soporte que había servido fielmente hasta hace pocas horas al Hombre que nos había enseñado a Tratar a los demás como queremos ser tratados.
Allí estábamos, y la dictadura de nuestros sentidos nos enfrentaba a la certeza del absurdo de la finitud del movimiento vivaz de quien nos había hecho mejores personas, de quién una y otra vez, con infinita paciencia nos había recomendado, orientado, sugerido, escuchado, corregido e impulsado hacia un mejor y Mayor Destino.
La certeza de la cesación de aquella maravillosa e imponente Vivacidad hacía que cierta salina humedad aflorara embargando nuestros pensamientos, pero nosotros que como Él habíamos jurado desafiar a la Muerte, nos esforzábamos en escuchar y sentir la calmada voz de la oficiante.
“Este cuerpo no nos escucha. Este cuerpo no es quien nosotros recordamos….”
Entonces se hacía viva la Presencia de Aquél con quien nosotros manteníamos desde hace mucho una relación que trascendía la parquedad del plano físico. La alegría de poder relacionarnos con SILO en otro plano espaciotemporal ganaba la partida y lo sentíamos allí, entre nosotros, mostrándonos que en cualquier momento podía aparecer por una puerta lateral riéndose de la situación y haciéndonos ver, una vez más, cuan cierta es aquella sentencia acerca de que “Nada tiene sentido si todo termina con la muerte”.
Allí estábamos, inmersos en aquella extraña circunstancia que - aunque no quisiéramos - siempre supimos algún día llegaría. En el abrazo fraterno y en la mirada profunda a los ojos de los compañeros presentes, buscábamos transmitir y recibir cálidamente nuestra convicción de Inmortalidad. Aquella reconfortante frase del Camino “No Imagines que estás sólo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos” se expandía entre nosotros.
Mientras tanto continuaba la voz del oficiante:
“Aquel que no siente la presencia de una vida separada del cuerpo, considere que aunque la muerte haya paralizado al cuerpo, las acciones realizadas siguen actuando y su influencia no se detendrá jamás…”
SILO había dedicado por completo su existencia corpórea a la Obra de Humanización de la Tierra que nos incluía y ciertamente trascendía. En esa Obra estaba puesta hasta la última gota de su humanidad, de su bondad, su fuerza y sabiduría. Y esa Obra estaba plenamente viva, una y otra vez avanzando por sobre todo fracaso. SILO no había muerto en absoluto.
Envueltos en estas (y otras) benéficas meditaciones veíamos como un encargado del lugar alejaba el macizo cubículo y cerraba tras sí las puertas, simbolizando el cierre de una etapa del proceso, soltando hermosos recuerdos y el agradecimiento – una vez más – por haber tenido la dicha de compartir la generosidad de nuestro Guía en su doble Naturaleza. Él había realizado la proeza de acercar al Hombre común de nuestro tiempo, oscurecido en sus búsquedas por un sistema atrozmente vacío de significados, un modo sencillo de acercarse al verdadero Sentido, un acceso cercano a una Vida mejor abierta a todos sin restricción alguna.
Mientras se consumaba la transformación de aquel cuerpo en cenizas, la presencia del Maestro se extendía y renovaba en mí los votos de cercanía espiritual y orientación futura. Al tiempo que se multiplicaban las amables conversaciones y sentidas caricias entre los amigos, quienes habían decidido no llorar los cuerpos y seguramente concentraban su intimidad imaginando el libre vuelo de la Mente que había inspirado tamaño vigor, sabiduría y desprendimiento en SILO.
El Maestro había ejemplificado en su despedida del mundo físico, la misma compasión que mostró siempre hacia todos nosotros. Las cortas horas que mediaron entre la certeza de la inevitabilidad del desenlace y su última exhalación dan cuenta de su propio salto por sobre el dolor. Comprendíamos con claridad que, en vista de la Inmortalidad, ¿a qué prolongar agonías, acarreando junto a otros las molestias de un cuerpo que ya no servía a la vida plena que siempre gustó y enseñó a vivir?
El fuerte deseo de tenerlo físicamente de nuevo junto a nosotros, era sólo el yo que lloraba al yo y quería conservar lo que por esencia es transformación y tránsito, corrompiendo la límpida vivencia de la sutil compañía. En ese vaivén emocional fuimos acallando dudas y reconociendo la importancia de lo que nos tocaba hacer a futuro.
En algún momento, las calientes cenizas en las que los huesos se habían convertido – materia ritual que sabíamos abonaría el suelo de nuestros Parques de Estudio y Reflexión en los más distantes rincones de la Tierra – fueron entregados a la compañera del Maestro, quien con inmenso cariño y dedicación había compartido su cotidianeidad y en su entereza y serenidad nos hacía ver las innegables trazas de una Doctrina que hacía mejores a los Seres Humanos. Su mano se posó con ternura sobre aquellas urnas de madera, acaso conectando una vez más con su Presencia.
El fragoroso aplauso que se descargó fue la expresión de certeza de que, una vez más, la Vida vencía al absurdo de la Muerte y que la experiencia de una Realidad trascendente a lo contingente hacía fuertes a quienes en ella nos reconocíamos.
La Humanidad heredaba la Obra de SILO, y todos aquellos que habíamos asumido el reto de Humanizar la Tierra – presentes o ausentes en aquel instante - , nos sentíamos depositarios de aquel Desafío Mayor. El familiar mudra de los tres dedos extendidos y el cántico de Paz, Fuerza y Alegría que lo acompañaban así lo atestiguaban.
SILO estaba más presente que nunca en nuestros corazones y supimos entonces que ya jamás habría de abandonarnos. No en mucho tiempo llegaría a cada uno de nosotros el momento de trascender la ilusoria línea que nos separa de lo Infinito y lo Inmortal. Allí seguramente, comenzaría otra etapa en nuestra relación.
Javier T.
“Y en este punto me abrasó de repente como una aguda llama la revelación definitiva: todo hombre tenía una ‘misión’; pero ninguno podía elegir la suya, delimitarla y administrarla a su capricho. Era equivocado querer nuevos dioses, era completamente equivocado querer dar algo al mundo. Para el hombre despierto no había más que un deber: buscarse a sí mismo, afirmarse en sí mismo y tantear, hacia adelante siempre, su propio camino, sin cuidarse del fin al que pueda conducirle. Este descubrimiento me conmovió hondamente, y tal fue para mí el fruto de todo este suceso. Muchas veces había jugado con imágenes del futuro y había ensoñado los destino que me estaban reservador, como poeta quizás o quizá como profeta, como pintor o como quién sabe qué. y todo esto era equivocado. Yo no existía paa hacer versos, para predicar o para pintar. Ni yo ni ningún otro hombre existíamos para eso. Todo ello era secundario. El verdadero oficio de cada uno era tan sólo llegar hasta sí mismo. Luego podía terminar en poeta o en loco, en profeta o criminal. Eso no era cosa suya, y, además, en último término, carecía de todo alcance. Su misión era encontrar su destino propio, no uno cualquiera, y vivirlo por entero, hasta el final. Toda otra cosa era quedarse a mitad de camino, era retroceder a refugiarse en el ideal de la colectividad, era adaptación y miedo a la propia individualidad interior. Esta nueva imagen se alzó ya claramente ante mí, terrible y sagrada, mil veces vislumbrada, quizá ya expresada alguna vez; pero sólo ahora vivida.Yo era un impulso de la Naturaleza, un impulso hacia lo incierto, quizás hacia lo nuevo, quizás hacia nada, y mi oficio era tan sólo dejar actuar este impulso, nacido en las profundidades primordiales, sentir en mí su voluntad y hacerlo mío por entero. Esto, y sólo esto, era mi oficio.”
Fragmento del libro "Demian"
Herman Hesse
TwittearCuéntame otro mundo from losingART on Vimeo.
Intervienen:
Cooperativa "Del Campo a Casa", Cooperativa "Rebelión en la Huerta", Central Piurana de Cafetaleros (CEPICAFE), Comisión de Comercio Justo de la Federación Aragonesa de Solidaridad, Grupo "La Veloz" Sociedad Cooperativa, Red de Economía Alternativa y Solidaria de Aragón (REAS), "El Esqueje" Cooperativa (Bar "Birosta"), Centro de Tiempo Libre "El Trébol", Centro de Rehabilitación Psicosocial "Parque Delicias", Asociación Financiación Solidaria y Cooperativa de Servicios Financieros COOP57 Aragón.
FICHA TÉCNICA:
Dirección: Susana Ortega Díaz
Coordinación y asesoramiento: José Manuel Fandos y Javier Estella Rabal.
Equipo técnico: Eva Esteban Pina, Charo de la Varga
Sánchez, Pedro Paredes Arpa, Lucas Rubio Albizu y Carlos Carvajal Polo.
Ilustraciones y diseño portada: David Núñez Carabantes.
Música: Emilio Perdices Villanueva. Tema final con la letra y voz de Pepa y guitarra de Sergio Segura.
Narradora: Lourdes Azón Belarre.
Duración: 42 minutos.
Año: 2007-2008.
Realizado en el II Curso de Documental Social. Centro Joaquín Roncal (Zaragoza) con la colaboración de REAS Aragón y COOP 57 Aragón.
Más información en: http://www.economiasolidaria.org/cuentameotromundo
Licencia Creative Commons.
Pueden surgir relaciones mixtas cuando tenemos más de una interacción con una misma persona. De ahí dichos populares según los cuales una cosa es la amistad y otra el negocio.
¿Podemos fiarnos de lo que ven nuestros ojos? ¿Estamos seguros de la realidad que observamos día a día? ¿Acaso vemos solamente aquello que queremos ver y pasamos por alto todo lo demás? Estas son algunas preguntas que conviene hacerse a menudo por higiene mental, interrogando todos nuestros valores y creencias nada más que con la convicción de que no sabemos nada. Esta prueba para la conciencia, que aparece sencilla en su propuesta, arroja un gran valor y compromiso al hombre, pues lo invita a despojarse de todo aquello que lo hace sentir seguro, para llegar a la más pura incertidumbre, ignorancia y también humildad. Consiste en aceptar que no sabemos nada, que la mente es una ilusión, y en atreverse a observar las cosas tal como son, sin previas concepciones de por medio. La labor científica actual necesita más que nunca de esta consigna procedimental, de este método sin principios, que arroja al observador de los fenómenos a la observación más desnuda. Es ya vieja la dicotomía ciencia-mito y esa respetabilidad tan positivista que a la ciencia se ha dado tal que único medio de llegar a la verdad. Con ello sólo se ha llegado a una paradoja más: la del mito de la ciencia. Y en nuestra sociedad se ha ido arraigando la cultura de que aquello que la ciencia no confirme no tiene ningún valor. Se ha convertido este mito incluso en una premisa para el consumo, la garantía de todo lo que consumimos ya ha de pasar por el laboratorio: una crema facial es más vendible si sus resultados han sido corroborados por la Universidad de Harvard.
Que la ciencia sabe algo es indudable. Que es necesaria, también lo es. Nadie discute eso. Dejar nuestras vidas en manos de ésta, posiblemente sí sea cuestionable, en tanto posibilidad de llegar a la verdad o de, dicho menos pretenciosamente, en tanto posibilidad de hallar un cierto sentido a la vida. La experiencia, el hecho innegable del sujeto, necesita confiar en sí misma ahora más que nunca. Es seguro, a estas alturas, en que la ciencia ya necesita admitir que sólo comprende que nada comprende, que la sabiduría ha quedado demostrada en su sentido socrático, al menos. Muchos empiezan a aceptar la existencia del alma, y lo que es más sorprendente y gratificante, en la propia materia. El alma puede ser un sinónimo del cuerpo mismo, o de una flor o de todo el universo. Hay quien dijo que todas las cosas tienen alma, pero se puede ir más allá: el alma es todas las cosas en su totalidad y en su individualidad. Bellos son estos versos de Walt Whitman: “¿Alguno quiere ver el alma? / Mira tus formas y tu rostro, personas, estancias, ganados, / árboles, arroyos que corren, rocas y arenas.” Ahora hay científicos que se fijan en los poetas, que ven que los poetas vieron mucho antes lo que ahora la ciencia parece atisbar. Un ejemplo de ello es el libro “Proust y la neurociencia” de Jonah Lehrer, que indaga en los misterios de la neurociencia y en las verdades del arte; y que examina paralelamente, entre otros muchos, al genio de Walt Whitman y al excelente neurólogo Antonio Damasio, por ejemplo.
El alma es nuestra vista y nuestro tacto, nuestras sensaciones y nuestros ríos de pensamientos y palpitaciones musculares, anímicas, poéticas. Las palabras son sólo sombras de pensamientos y los pensamientos vagas sombras del alma. ¿Cómo llega el pensamiento a nosotros, aquello que creemos que somos y que pensamos que creamos? En realidad llega nada más, al igual que el frío hace temblar nuestros cuerpos o una sinfonía de Beethoven pone los pelos de punta o saca lágrimas sobrevenidas de un temblor profundo de belleza sensitiva. Dijo Heidegger, sabedor de lo inefable: “Nunca llegamos a pensamientos. Llegan ellos a nosotros”. Al igual que llega todo lo demás, la vida y sus fenómenos, el ruido o el silencio, las nubes o la sombra de nosotros caminando nuestros pasos. La ciencia, ahora más que nunca, sabe que puede avanzar olvidando lo que sabe, yendo a la esencia de la experiencia sin arrastrar esos prejuicios que paralizan la mirada inocente capaz de descubrir el mundo en un parpadeo. Labor valerosa, sincera, que requiere cuerpo y alma enlazados, totalmente fundidos. Pero que puede abrazar los más bellos milagros: los de la vida misma sucediendo, siendo lo que es, y ver en ello la obra de arte que sustenta cada aparición. Dejemos que lo diga mejor el científico poeta Walt Whitman: “Todas las cosas del universo son profundos milagros, / cada uno más profundo que otro cualquiera”.