Es conocido que muchas culturas primitivas honran y veneran a sus antepasados, ellos saben intuitivamente que los muertos siguen rigiendo nuestro comportamiento. La explicación lógica está en que, en el inconsciente colectivo, no hay una separación entre los que están vivos y los que no, aunque, evidentemente, estén en dos esferas distintas. Cuando somos capaces de asumir esta premisa sin rechazo, comprendemos la gran influencia (que puede ser positiva o negativa) que tienen nuestros ancestros en nuestras vidas.
En Constelaciones nos ocupamos de todos aquellos familiares que han quedado en el olvido, para otorgarles su lugar en el sistema. Normalmente, los olvidados serán todos aquellos que se apartaron de lo convencional, o sufrieron circunstancias inusuales, como los muertos prematuramente, los que se suicidaron, los que realizaron actos violentos o fueron víctimas de los mismos. También podríamos incluir aquí a las ovejas negras.
Cuando recordamos a estos familiares, observamos que no guardan rencor por ello, y que nos dan gustosos sus bendiciones, lo que ayuda a sanar el sistema familiar. Si no recordamos a los difuntos y no les reconocemos, no recibiremos su influencia positiva, ni podremos librarnos de ellos. Al contrario, nos identificaremos con su destino, y no tendremos la fuerza para perseguir nuestros objetivos.
Cuando la desaparición de una persona nos produce un dolor profundo, lo podemos evitar intentando olvidarla. Otra opción es pasarnos al extremo contrario y aferrarnos a su memoria. En definitiva, no elaboramos un proceso sano de duelo. Cuando esto ocurre así, intentamos "llamar la atención" de los muertos. Puede ser que sintamos que no los hemos amado lo suficiente y lo queramos compensar en su ausencia. O puede ser que nos sintamos enfadados con ellos por habernos dejado. Los descendientes no estamos de acuerdo con como prosigue la vida, aunque los muertos aceptan su destino (como se demuestra en las sesiones de Constelaciones). Esto va en contra de las leyes que rigen los sistemas familiares, porque esa persona estaba aquí antes que las generaciones posteriores, y sólo a ella le pertenece su destino.
Hay otros casos en los que nos sentimos directamente responsables de la pérdida, como su tuviéramos implicación el la causa del fallecimiento. En vez de proseguir con nuestra vida recordando al fallecido con amor y gratitud, y entregándonos al resto de familiares vivos, seguimos aferrados al recuerdo del difunto, y a nuestro sentimiento de culpabilidad. De esta manera, no sólo afectamos en nosotros mismos, sino en el destino del fallecido, ya que no les otorgamos una existencia independiente, sino ligada a la nuestra. Para librarnos de estos enredos emocionales, nos tendremos que hacer conscientes de estos procesos subyacentes.
En este sentido, uno de los enredos más complicados a los que nos podemos enfrentar es cuando la madre muere al dar a luz. El sistema familiar considera esta muerte como un asesinato cometido por el hombre que la dejó embarazada. El inconsciente colectivo lo considera un crimen, por la gran importancia que tenía una mujer joven en una tribu, porque, al ser fértil, incorporaba nuevos miembros. Además, es una situación muy complicada para el hijo que sobreviva. Es necesario tratar a los implicados como víctima y verdugo y hacer que se reconcilien.
En la mayoría de ocasiones, los vivos aprenden de los muertos, ya que son conscientes de que deben seguir con su propia vida y evitar seguir el destino del difunto. Otras veces, es el muerto el que aprende algo, lo que ocurrirá en los casos en que la muerte tan repentina que el fallecido no sabe que lo está, por apego a un vivo.
En estas dinámicas, no es que se realice ningún tipo de espiritismo. Al configurar una Constelación, los representantes no interpretan el papel de los muertos, sino que se convierten de alguna manera en ellos, pero no es por ningún tipo de brujería sino por el funcionamiento del inconsciente colectivo. Por eso, podemos situar en un sistema a vivos y a muertos. Estas personas están en nuestra psique, y no son ni un invento, ni un espíritu, sino que son un recuerdo colectivo. Además, lo importante son los hechos que vemos reflejados, ni se cuestionan los porqués de lo que ocurrió, ni se pretende, en ningún caso, hacer juicios de valor. Lo importante es que nuestra alma absorba lo que se desgrana en la Constelación, y es inútil intentar comprender lo ocurrido mediante el intelecto.
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En Constelaciones nos ocupamos de todos aquellos familiares que han quedado en el olvido, para otorgarles su lugar en el sistema. Normalmente, los olvidados serán todos aquellos que se apartaron de lo convencional, o sufrieron circunstancias inusuales, como los muertos prematuramente, los que se suicidaron, los que realizaron actos violentos o fueron víctimas de los mismos. También podríamos incluir aquí a las ovejas negras.
Cuando recordamos a estos familiares, observamos que no guardan rencor por ello, y que nos dan gustosos sus bendiciones, lo que ayuda a sanar el sistema familiar. Si no recordamos a los difuntos y no les reconocemos, no recibiremos su influencia positiva, ni podremos librarnos de ellos. Al contrario, nos identificaremos con su destino, y no tendremos la fuerza para perseguir nuestros objetivos.
Cuando la desaparición de una persona nos produce un dolor profundo, lo podemos evitar intentando olvidarla. Otra opción es pasarnos al extremo contrario y aferrarnos a su memoria. En definitiva, no elaboramos un proceso sano de duelo. Cuando esto ocurre así, intentamos "llamar la atención" de los muertos. Puede ser que sintamos que no los hemos amado lo suficiente y lo queramos compensar en su ausencia. O puede ser que nos sintamos enfadados con ellos por habernos dejado. Los descendientes no estamos de acuerdo con como prosigue la vida, aunque los muertos aceptan su destino (como se demuestra en las sesiones de Constelaciones). Esto va en contra de las leyes que rigen los sistemas familiares, porque esa persona estaba aquí antes que las generaciones posteriores, y sólo a ella le pertenece su destino.
Hay otros casos en los que nos sentimos directamente responsables de la pérdida, como su tuviéramos implicación el la causa del fallecimiento. En vez de proseguir con nuestra vida recordando al fallecido con amor y gratitud, y entregándonos al resto de familiares vivos, seguimos aferrados al recuerdo del difunto, y a nuestro sentimiento de culpabilidad. De esta manera, no sólo afectamos en nosotros mismos, sino en el destino del fallecido, ya que no les otorgamos una existencia independiente, sino ligada a la nuestra. Para librarnos de estos enredos emocionales, nos tendremos que hacer conscientes de estos procesos subyacentes.
En este sentido, uno de los enredos más complicados a los que nos podemos enfrentar es cuando la madre muere al dar a luz. El sistema familiar considera esta muerte como un asesinato cometido por el hombre que la dejó embarazada. El inconsciente colectivo lo considera un crimen, por la gran importancia que tenía una mujer joven en una tribu, porque, al ser fértil, incorporaba nuevos miembros. Además, es una situación muy complicada para el hijo que sobreviva. Es necesario tratar a los implicados como víctima y verdugo y hacer que se reconcilien.
En la mayoría de ocasiones, los vivos aprenden de los muertos, ya que son conscientes de que deben seguir con su propia vida y evitar seguir el destino del difunto. Otras veces, es el muerto el que aprende algo, lo que ocurrirá en los casos en que la muerte tan repentina que el fallecido no sabe que lo está, por apego a un vivo.
En estas dinámicas, no es que se realice ningún tipo de espiritismo. Al configurar una Constelación, los representantes no interpretan el papel de los muertos, sino que se convierten de alguna manera en ellos, pero no es por ningún tipo de brujería sino por el funcionamiento del inconsciente colectivo. Por eso, podemos situar en un sistema a vivos y a muertos. Estas personas están en nuestra psique, y no son ni un invento, ni un espíritu, sino que son un recuerdo colectivo. Además, lo importante son los hechos que vemos reflejados, ni se cuestionan los porqués de lo que ocurrió, ni se pretende, en ningún caso, hacer juicios de valor. Lo importante es que nuestra alma absorba lo que se desgrana en la Constelación, y es inútil intentar comprender lo ocurrido mediante el intelecto.
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